A que me atrevo a decirte lo que nadie te había dicho. A que me atrevo a escribirte sin contar los adjetivos, a que me atrevo atrevido como poeta maldito, a hacerte el amor con ritos que te roben la memoria; para que no te acuerdes de glorias que en otros brazos viviste.
A que me atrevo a robarte más que unos besos el nombre, a ponerte mi apellido y a llamarte entre pregones. Y a amarte como aman los hombres que no se inventan artificios; y convencen con razones…
A que me atrevo, te digo, a lanzarme a un precipicio que tenga el fondo vacío. A pintar bien hondo un rio y bien alto un cielo límpido, a desvestirte dormida y a despertarte en silencio con el desayuno servido…
A que me atrevo contigo a vivir en un idilio y a no devolverte ni un kilo de los perdidos corriendo. A cantar por los caminos incurvados de tus vellos inspirándote con mis dedos. Y a que te beso aquí mismo y te llevo hasta un Olimpo exquisito donde existan Dioses vivos.
A que me atrevo perdido a darte unos besos ricos y un anillo este domingo. Y en unos campos de Olivos a aparecérmele al Cristo pidiéndole tu mano a gritos; vestido de ángel delirio, con mi corona olivos, mis ritos liricos y ensueños vivos…
A que me atrevo a convencerlo y a que le pido ser testigo del matrimonio más lindo que esta tierra no haya visto. A que me visto de hilo fino como un tejedor de espíritus. Y a que te lleno de bello el botellón del espejo; con mil ramo de Milsueños que como flores te invento en cada verso…
A que te orno completo de blanca seda tu cuerpo, con cintas largas y brillos. Con caprichos consentidos y con muchos tiempos buenos para en arenas dormirnos; en nuestros veranos secretos, juntos al borde del Nilo…
A que me atrevo a implorarte, a agotarte, a darte hijos. A que me atrevo preciso y te recuento el principio y el final siempre lo olvido. Pero nunca lo del medio porque lo viviré en tu nido, dándote amor sin misterios.
A que me atrevo repito a darte unos besos ricos y un anillo este domingo. A que confirmo lo dicho y te me aparezco en Cristo oliendo a aceite de olivos, con la corona en el pecho y un corazón todo niño, lleno de amor infinito.
A que te advierto yo mismo que soy el más atrevido de los poetas del siglo… Y a que te cambio el destino para vivirlo junticos; hasta el final del camino…
Picture by Ariel Arias.
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