Andando al lado del tiempo con el espíritu encendido y mis neuronas al unísono captando tempo y vacío, e iluminándome el limbo enviándome en los vientos a lares del infinito enésimo por donde el rumbo escogido se deduce de destierros. De adiós extremo, de un largo letargo bélico y de miedos pasajeros, asimilados a los gritos nunca oídos por testigos del infierno…
- Llegue al desierto maldito por donde ancestros cogieron, resumiendo adoloridos sus recuerdos.
Al laberinto secreto por donde muchos nos vemos, cuando la existencia en cercos nos lleva a solas y escépticos antes los celos, hasta el fin de un ciclo anímico enfermizo. Y me vi entre quejidos y huecos de fondo oscuro y lados tétricos, en las entrañas de un verso que los Poetas Malditos tampoco escribir quisieron, por no haberlo encontrado onírico al principio.
- Al cimiento de lo ajeno al cuerpo histérico, donde ausencia y redención tallan un cetro al morbo viejo.
Rogué, perdí y pinté en negro las cartas de un Cardenal ecléctico, galopando hacia confines donde fuerzas y deseos pierden genios. Por rutas y recovecos que se abrieron al amanecer del sueño, entre misterios. Me vi, reafirmo y reitero, vagando hacia un punto ciego por la pista que va al sur de un frío hemisferio. Contra la verja de un cuento, salido de un libro abierto nunca impreso.
‒ Frente al Desvío de Soledad, a las puertas de los Cerros, donde los sauces y almendros pudren secos.
En la rotonda del Cero, donde una rampa lleva al viajero a Malos Sueños, un Condado de descontentos que se divisa a lo lejos. Decayendo y encumbrado en el silencio cual objeto, pereciendo a puro nervio. En Cuatro Puntos quiméricos, donde se pide al destino de fundirse en el invierno, de pasar dejando al vernos y de traernos calor, junto a los seres que queremos.
‒ Al Desvío de Soledad, llegué a ver lo que entendieron.
La ventaja en sentimientos donde todos quedan lejos, con fortuna e intelecto pero alérgicos. Dados al tizón del tenebrismo, pensando que el mal domingo atraerá un lunes magnifico, pero resentidos. Urdiendo a que acabe el ciclo, justo al final del camino. Esperando sin aliento a que el tempano revuelto desborde al mundo de lleno, hasta encontrar paralelos convergiendo.
‒ Al Desvío de Soledad, a la vuelta del olvido allá en los hielos, a la celda donde escribo a prisioneros…
- A este pueblo, al Condado de descontentos decayendo, donde vine a escribir versos por un tiempo, para entenderlos.
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