Frente a frente y conversando, terminamos por pegarnos, para sentir que sudábamos. No resistimos mirándonos y para vernos colmados, nos dimos hasta nuestros brazos, jugando nos repasamos, nos enlazamos besándonos y hasta todo nos quitamos. Porque nos pareció más práctico sentir nuestros cuerpos cálidos, si queríamos el frío quitarnos por un rato. Y así comenzó este relato, una vez más en el pasado, para traerla despacio a desnudarnos.
Que cosas bellas que hablo, también me dijo a los labios, susurrandomelo. Tú me excitas bocabajo, por mi espalda cabalgando, poniendo en mis puntos tu dardo y bocarriba en mi atajo, me desvives cabeceando, anclado a puerto cual barco y montándome cual alazana en un establo. Caminando tras mis pasos y en mis profundos Condados, dejando tu polen placido gravitando sobre mis ovarios; y embarrandome de tu melado mis pétalos cárnicos.
Que cosa bella que extraño, su dulce pecho nostálgico, que se inflama al ser tocado. Sus dentales apretados son lujuriosos al máximo. Los botones de su busto son como astros mutando un calendario sin mayo, pues si no llueve la cargo y renueva el año en marzo con todo el cielo nublado; y en el diván navegando abril pasamos. Y no llamen que colgamos para no hablar mordisqueandonos, humeantes como dos arrebatados, parando el transito.
– Y por si al suelo miraron, sean discreto si es que vieron nuestros trapos aún regados, pues al vivir desnudándonos, pasa el tiempo y olvidamos, las cámaras del vecindario…
– Que importa pues para cambiarnos, cerramos, para violarnos despacio, la piel sin paños; e inundar por nuestro espacio endiablados y gozandonos, por la alcoba en vela atados…
Lazaro Cardenas III, Santiago de Querétaro, Qro., Mexique
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