Solo apurado y perdido entre pensares y signos, atravesó el laberinto que lleva hasta el fin del ciclo, al cual llamamos camino. Iba vestido y lo he visto con un periódico viejo que recogió un día en el piso, camisa blanca, bien limpio, con medias y calzoncillo y entallado hasta el ombligo. Zapatos negros de brillo, traje, corbata y estilo del más galante y exquisito que se vista los domingos. Buscaba en lo adverso un giro que advirtiera el rumbo opuesto al avanzar sobre un hilo, se decía que siendo niño nunca esperó a ser distinto, aunque jugara a los tiros. Y que la suerte del vivo, lega a los muertos cariño…
– Iba pensando en si mismo, cruzando a quienes lo vimos, meditando al raciocinio…
– ¡A que zozobras y bríos dejan atrás trapos y ripios, de verbenas tras los pinos!
– A que en boleros de otoño hay hoja secas, molinos, sombras de vino tinto y besos con sabores místicos, melodías del sentido y nostalgias de otros tiempos más bonitos…
Reflexionaba al destino sacando cuenta al unisono, calculando beneficios y tentando amores nuevos que de amar le dieran vicio. A que los inviernos más fríos son los veranos sin guiso, que en primavera un versillo suele alegrar los tormentos, que la luz del sentimiento se enciende en cada bolsillo; y a que la voz de ser digno, no cambia por los audífonos. Iba aspirando al empleo que leyó en un viejo articulo en las paginas de un diario conocido, creía tener los motivos para ser el elegido que integraría el equipo por ser bueno y conocerle hasta el dedillo. Iba inspirado del titulo redactado en ironía chovinista.
– Y quien sabe si ahora mismo se aconseja en su oficina, o si su casa sea linda, pues para ser buen cronista al filo de cada linea hay que ver que especifica en minúsculas con poca tinta.
– ¡Y el salario lo obtendrá quien con sonrisas, sepa matarse día a día!
– No el cronista en la versión que no se imprima; y abajo firman en, LaVida.
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