En ciertos breves momentos se va del cuerpo el recuerdo, se sopla a los cuatros vientos, se pinta el blanco de negro, le da luna al sol bohemio y en los suburbios de un cuento agita a un pueblo. Le pega al suelo el cemento, le porta el bolso a un viajero, se eterniza en un convento y duerme bajo un árbol seco a las puertas del desierto sin deseos. Y nada lo para hasta adentro aunque afuera ande corriendo tras los perros, buscando el punto del cero.
– ¡En ciertos breves momentos, en que solos nos metemos en lo nuestro…!
La vida pasa y cae a menos, mientras más años ponemos en el techo nos acercamos al lecho donde materia y destino son dos predios. El uno juzga el periplo por donde cruzan los dedos, mientras la otra atrae al suelo, las ironías del camino vuelto trecho. En ciertos breves momentos que duran años enteros, no mordemos, ni comemos caramelos. Y entre refugios de nervios, dilatamos, explotamos y corremos, cuales ríos que al mar salieron.
― Y apartamos lo dolido y lo desecho, para si acaban los truenos, bañarnos bajo un aguacero de lagrimas de cerebro, recordando las secuencia de tormentos pajeros…
– Que en ciertos breves momentos, se calan al varadero, sobre los barcos del puerto.
― Flota en lo oscuro un lamento, se queja, llora y ve ciego, la soledad del madero no es la que viven los presos, pero es que hay libres por serlo, que la sufren por ser buenos…
– Y en ciertos breves momentos por pasadizos, sin frenos, dejan rodar el recuerdo hasta el infinito enésimo donde convergen los versos, con los reductos de besos que cedieron…
― En ciertos breves momentos, en que el amor alzó el vuelo y colmó el cielo de vellos.
– ¡En ciertos breves momentos, cuales secuencia de sueños que volvieron…!
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