lunes, 28 de septiembre de 2015

― Dame la mano…


Dame la mano
 Cierto hay ciertas ironías, que aunque parezcan rutinas, nadie se las niega en vida. Ni las hiladas rendidas, ni las elásticas regias, ni Don Juan, ni Magdalena, ni el Padre de la Monja aquella, ni en el escuadrón Tiembla Planetas. Ni por las mareas abiertas, ni en el cielo aunque no lo crean. Y se dirán que si no los cuenta, igual puede ser otra muela del Poeta.
 Y miren bien, por si mal piensan que no trataré de jergas, ni de afamadas rarezas, ni de Musas que gobiernan cabeceras de poemas. Ni de Ninfas que desviven Casiopeas, ni de nardos, ni de tangos, ni de Abejas Reinas. Ni de la Divina Comedia sin teatro y con dos velas, ni de Bardos, ni de Bohemios, ni de Sirenas y Marineros, que en las orillas las celan.
– En fin, no pediré ni que me crean, pues para hablar de maneras, están las lenguas…
 Y así se dice hasta en cantos, en los conciertos del baño y bajo estrellas en prados. Se repite hasta mutando para otra especie de bárbaros, igualita a los humanos. Se gesticula apurado y sofocando hasta el cansancio, hartos rogamos. Subiendo, bajando y parando donde no habíamos pensado, las uñas con sus dedos largos y todos a puños cerrados, apretándolos.
– Consintiendonos la obligación de ser solidarios, pidiéndonos como si nos esforzáramos al máximo, e imploráramos milagros disipados, simulando algún momento pasado coitando.
– Exigiendo de nuestro adversario el justo halago, con frases cortas, urgente y rápido.
― Recalcamos ya inspirados, cuando el tren viene arroyando, dame la mano…
Dame tu mano
– Dame la muestra para no palpar tentando, desciendeme hasta acá abajo las quimeras de lo alto, dame bocas que he besado y si sudado me canso, dámela y paro, dámela mano…
― ¡Dame la mano, dámela mano, dámela y callo…!
 Así el pedido es más sano aunque parezca más drástico, lo malo es que es bien osado pedirle armas a contrarios que deseen consolarnos. Y a palmos pecheamos brazos por entrepiernas rodando, damos manos y damos, dedos, falanges y saltos. Y si adiestrarnos no es raro pues da el placer del que hablo lo malo es que trepidamos jalando desquiciados.
– Contemplando el escenario acalorados, embarrados de suspiros añejados en el baño, más turbados que saciados, lavando lo que nos manchamos y limpiando paredes con paños…
― ¡Exclamando resignados, dame la mano, sangrando, al respetar nuestros propios pactos!
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