Caminando por ahí encontré un premio, una piedra sin hollín, de cal y sin huecos. La recogí y la partí y tenía un núcleo en el centro, una esponja carmesí con olor a cereza y tierna como una raíz de almendro. Y cabizbajo seguí en mí paseándome por el pueblo, sin rencor porque perdí lo que más quiero, mirando caer el atardecer, del lado bueno.
Y al apretarla sentí que prisionero, no valdré lo que un día fui, ni tendré lo que merezco, ni podré hacer lo que pretendo. Alcé el rostro y miré al sol ardiente puesto, di un grito, escuché mi voz y fue el remedio, con el cual sanó mi pecho. Y por los rumbos del ayer quedé perplejo, sonriendo sin padecer y yéndome lejos, al mañana sin volver.
– Y la piedra vi caer rota en el suelo y en el cielo vi la luz del firmamento y alcé el vuelo.
– Y ahora pretendo como leyeron, seguir viviendo de mis esfuerzos, que son los genios con los que embriago y mi lado bueno; y como les cuento, mi voz con eco, mi catalejo…
‒ ¡Y mi mejor premio…!
– Y ahora regreso con nuevos fueros, hecho y derecho, con mi cerveza, por mi sendero.
Dessin by Vincent Tessier Copyright © 2016
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