jueves, 17 de octubre de 2013

‒ ¡Otoños que mal los trago…!

Street music 2 — en Berlín. by Ariel Arias for Tony Cantero Suárez

A media luz y en silencio parado frente a la barra lo vi llorarle al verano,
cabizbajo, boquiabierto y con los ojos cerrados escuchando. Los oídos
cortos, el cerebro soñoliento y entre lagrimas nadando. Lo vi llorar,
hablar alto y pedir lo necesario. Luego en tragos meditando lo vi bajar
todo el vaso tan rápido como lo pensaron, mirar al cielo de un cuadro y
admirar la luz de un rayo que caía sobre un ático cual aguacero en los prados.
‒ Llorando arto y parado frente a mis ojos borrachos; – meditando…
- No dije nada, pues sin preguntar ni dudarlo el mismo me dio la cara.
Me miró frio y temerario y me sentí bien al mirarlo pues al fin supe que
erraba; y que tenía delante a otra alma vestida con ropa rara. Me dio la
espalda, tomo otro vaso, pidió uno más a mi lado y me lo dio sin mirarnos
flojo y atolondrado. Alzó una mano, brindó despacio, me dio una palmada
hablando con su otro brazo de agua sobre sin brazo sin vaso. Tiró una
bala, lo vi temblando; y me murmuró apoyado sobre el borde de su banco.
‒ Yo me embriago por mis años; y maldigo los otoños pues mal los trago.
- Y los que estaban mirando sonrieron asustados; – ¡y de su lado volaron!
- ¿Qué te ha pasado en tu cuarto le susurré conversando?
Me miró fijo, yo seguí hablando, me dijo amigo, le di mi mano. Nadie
ha pensado al verano porque lo bueno nos cuesta caro y lo malo nos
cuesta tanto. A mí me pasa algo exacto, ando buscando trabajo donde
se dignen a dármelo pagándome por lo que valgo. Yo no soy un ser
nostálgico y no creo en los milagros, yo amo amando y lo contrario
afirmo cuando no lo hago. Yo no tengo ni un centavo, pero no soy
ni siniestro, ni me adiestraron robando para guardar lo prestado…
‒ Y en mi cuarto algo regado, solo duerme la razón del desengaño; yo
lloro porque el verano, me queda lejos mirándolos; a todos blancos…
El gris del cielo es un caño y la sensación de cansancio me hace daño,
se me ha ido el año esperando y entre pimientos mi ano ha disecado
mimado. Primero se me inflamó mutando, luego sangró intimidado;
y entre patadas saltando sentí que con un dedo me lo hincaron. Y
me desperté apestando, sudando rabia y callado. Y en el fondo de mi
espacio titubeando, sentí una mano, diferente a la que tú me has dado;
y a la que aguanta ese vaso que te regalé sin pensarlo buen soldado…
La torpe huella del diablo por mi vientre anda vagando con un clavo,
por eso lloro borracho y finjo cuando estoy claro; – dame tus manos.
- Y las tomó como un mago con su sombrero jugando ilusionado; y
se reiteró aquejando algo apenado… ‒ ¡Otoños que mal los trago…!
Y se marchó caminando, tambaleándose a los lados, entre lágrimas
remando, cascadas y ríos abajo; y yo me quedé pensando ya callado,
rememorando el retrato. Tomo este vaso y me largo pues igual ando
cansado y estoy arto de implorarlo; que vuelva ya otro verano. Que
entienda el canto de pájaros, que huela a verde el tabaco, que sepan
dulces los mangos. Que sienta amor y no cardos por mi vientre
gravitando; que me den besos robados, para dar de esos que traigo.
Y que me encuentre trabajo donde respeten lo que hago con mis
manos; y no más nobles mundanos del Condado que se crean literatos.
‒ ¡Otoños que mal los trago! – Susurré alto pagando…
Cómo me dijo al mirarnos Don Fulano; a media luz y llorando a la
sombra de aquel cuadro allí colgado, con su rayo sobre un ático.
‒ ¡Hay otoños que mal los trago!
Picture courtesy of Ariel Arias 
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