lunes, 28 de abril de 2014

Calado al sentido recto.


Berlin HBF by Ariel Arias
Descubriendo los pisos sucesivos de un rascacielos infinito, bajó
y subió porque quiso en un ascensor antiguo que se encontró en
su camino, al entrar a un edificio ya vacío. Húmedo, lúgubre y frío,
que al costado de este barrio y destruido abrió un domingo. Y
cual viajero a él se hizo, para recuperar efectos desprendidos.
Le caló un respiro hondo a sus sentidos más finos, tomó un
periódico critico con los tiempos que vivimos, pues se dijo
que leyéndolo iría y vendría del destino por lo apostado con
tiempo. Por las calles de los pueblos recorridos, por los
halagos redichos mereciéndolo; y por lo ausente aprendido.
Con la inocencia de un niño que espera sus juguetes corriendo
invicto entre caprichos. Pues no es por nada si el todo anda al
unísono, los cretinos incluidos, los temidos y los preceptos
ridículos. Los vendidos por dos kilos y los transeúntes tímidos,
que aceptan pobreza y vicios, creyendo que han comprendido.
Y al pasar por el primero en la escalera vio a un camello, e
imaginó al regimiento del desierto. Y harto y sediento de
rumiantes apretó el botón secreto para adobarlo con huesos y
comérselo. Pensando estar en un oasis junto a un huerto; y no
en un espejismo feo, causado por malos encuentros pasajeros.
- Y ante sus ritos homéricos se hundió en cemento al extranjero,
se encargó de resentir vagos recuerdos; y siguió subiendo el necio.
En el segundo un bombillo se encendió en medio de un sismo,
la luz se hizo en silencio, seguida de fuertes ruidos que le
ensordecieron los oídos, e hicieron latir fuerte el pecho. Pasó
minutos intensos, pues aquel ascensor carcomido de cimientos,
largó hierros corroídos y los ladrillos del tercero se cayeron…
Aceleró, pasó el cuarto lanzando gritos enérgicos y llegó al
quinto rendido, se acordó del bien y se dijo que solo no se
escribía versos para decir he vencido. Pues nunca sobra
talento cuando se trata de ir lejos por remedios, pues los
caminos derechos, desvían siempre a paralelos en destierro.
Llovió, tronó, bebió vino, leyó el periódico en títulos, giró
en todos los sentidos y montando vio a un anillo rodando
sin lado oblicuo. Las nubes de otrora en siclos le habían
blanqueado el cabello, saltó un metro y desde el sexto sintió
el séptimo en su sitio, sostenido por gemidos sempiternos.
Y respiró adolorido, pero apuesto, rogando a un espectro
hibrido de Eva en el paraíso y de su mujer en cuerpo. Se
imaginó empobrecido, rico, volcánico, bélico y hecho en
metales magnético. En un orgasmo pulido al fuego lento; y
sin frenos andando al suelo desde el techo, entre misterios.
- Y lo repitió, reitero, tantas veces como quiso y tuvo sueños.
Absuelto al ver el peligro y reconocido al miedo, por
calcular lo sencillo haciendo esfuerzos complejos. En las
entrañas de un edificio tétrico, resumido a escasos medios,
solo y sin almas, ni libido. Forjado al hierro y en nervios,
salió y siguió su camino, atolondrado, pero no disperso.
- Y el viajero me hizo un signo sabiendo que fui testigo de su
cuento; y ya repuesto del mareo, paró y me dijo al momento.
‒ Caballero:
‒ ¡Quien visualice el sentido, llegará a destino hecho por
si mismo, vaya hoy; y regálese un domingo sin servicios!
- Le sonreí con un guiño y cual rueda de molino giré al rio, me
fui a lavar el cerebro, para limpiarme el destino en paralelo.
- ¡Convencido de haber visto, mi aún lejano paradero!

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Firma Tony Cantero Suárez

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