sábado, 19 de abril de 2014

El Predicador de artificios

DSC00054
Me crucé con un peregrino que hacia el camino sediento,
llevaba cubierto su cuerpo de lana y cuero bien viejos,
sus sandalias ya gastadas demostraban sus esfuerzos, su
barba blanca y su cuello denotaban malos genios. Sus
brazos largos, su tronco carabelico y sus piernas a ras
de suelo, daban pasos sin poderlo. Daba a pensar que
había muerto sin ver pueblo, donde calmar sus anhelos.
̶ ¡Que nunca vivió un momento de felicidad y sereno!
Lo recuerdo moribundo pensando aún que el Vesubio se
opacaría ante lo oscuro, con sus manos por el suelo en
cuatro puntos, convulso vomitando sus adentros, lo vi y para
legarlo lo recuento. Flaco cómo un paralelo elevado al grado
cero y disminuido al mínimo del polo opuesto, dividido por
sí mismo y por el medio sin meridianos conexos. Ni cenizas,
ni colores tibios, con los nudillos vencidos, harto y anémico.
Imaginándose testigo íntegro de un oficio ya extinguido,
andaba sucio y adolorido, impotente ante el destino y en
un ocaso ridículo. Sin más pensamiento crítico, ni oídos, ni
sentido para ritos. – Era un Predicador de esos de caminos,
desvelador de humos de tiernos espectros sin cementerio,
hervido en alcohol de cedro y en caldo de miel de musgos,
sin pantalones, descocido, taciturno, pobre y más que iluso.
- Que por allí cayó cómo vino al mundo, menudo y bruto,
inocente y renegando la razón que cada aguja da al segundo.
Y cuando se me acercó, lo cargué y también recuerdo,
que su poco peso me dio miedo y lo acosté bocarriba
sobre sus huesos. Le di a beber con gotero la poción
espanta muertos que siempre le echo a mis versos para
mantenerlos boquiabiertos cual tintero. Le puse un suero
entre nervios con jamón, arroz, helados, refrescos, pan y
queso de sexo; y al abrir sus ojos quieto, pidió huevos.
DSC00235
- Y al reconocer mi acento, gritó sin verme extranjero;
y le contesté sonriendo, orgulloso de serlo Caballero.
- Me sintió, hizo un guiño y giró al cielo; y me replicó de
donde vengo, se prohíbe alzar el vuelo más de un metro.
Y por tanto, mira que lejos he caído sin quererlo y tú lo
has visto. Y yo mismo aún no me creo haberlo hecho, ya
que cómo todo ser empírico, cuando predico artificios
me eternizo en cada sitio y paso el tiempo recorriéndolo,
porque si salto me quedo lelo y corro el riesgo de no
hacerlo. Pero hoy me caí decrepito, porque los ciegos no
vemos, ni aunque nos encandilen con luceros el cerebro.
̶  Y si te parece perezco… ¡junto a ti, sin espejuelos!
Img00098
- Me levante, viré al sueño, vi un espejo y me miré yo ante
su ejemplo; y visualicé el camino resolviendo lo complejo.
̶ ¡Y al regresar, soñoliento, vi a un hombre apuesto en pellejo!

Diseños de Daniel Acebo Rodríguez
Foto de Acebo
Humorista gráfico, Pintor y Diseñador.
Sagua la Grande, Villa Clara, Cuba, en 1966.
Graduado de la Escuela de Bellas Artes de San Alejandro, la Habana en 1986.




No hay comentarios:

Publicar un comentario