lunes, 26 de mayo de 2014

Los Mercaderes del Templo.

Classique by Ariel Arias
Allá en un condado de amnésicos que queda lejos, bien lejos,
de donde yo ahora les cuento el que dijeron, se caen las
ruinas de un Templo que en otros tiempos sirvieron, como
fondos de comercios que entre sus muros vendieron hasta
estiércol. Y ahora mismo no recuerdo, si se hundieron sin
dinero y discutiendo, o si la luna cayendo los sepultó bajo
metros de lingotes de oro enfermo; y recubrió los senderos.
- Y a mí me dijo un viajero, que en la avaricia enfermiza
perecieron, cuando los cielos se desplomaron y encendieron.
Fue un día feriado de esos en que los malos estimados
bajo cero concluyeron, la bolsa cedió al mal genio y en las
fabricas del clérigo el rezo se inclinó en silencio. La finanza
en grado histérico hasta al Rey le aspiro el sueldo, se
empobrecieron los ciervos y los bandidos del río al aire
tiraron tinto. Embriagaron a ministros y un golpe de estado
dieron, destruyendo el edificio de los banqueros del Reino.
‒ Y refutaron el yermo, al ver la luna cayendo cual alero.
Los Mercaderes del Templo, con la furia de los Dioses no
pudieron. Contemplaron cofres llenos cual flor de magma
fundiendo, peso a peso en esqueletos se rindieron, se
subastaron los premios de los más malos convenios y de
los feos sin proyectos para luego. Y cuando se supieron
presos por estafar al gobierno, dijeron querer ser buenos y
renunciar a morderlos; y hasta un juramento hicieron…
- Pues se escuchó una voz en nervios, gritar: ¡Y si mentimos!
- ¿Que perdemos? ‒ Si nuestros cimientos no son buenos,
apuntalemos el techo y pongamos frenos al encierro…
‒ ¡Y se olvidaron del credo, al ver la luna cayendo sobre ellos!
Los Mercaderes del Templo enterrados bajo piedras se
extinguieron, mala fortuna y comercio no harán par ni en
cementerios. Ni aunque de rocas los muros suelan luchar
contra el tiempo, pues las querellas y celos, por el dinero
traen muertos. Y la gente que los vieron de allí salieron
corriendo, vacio dejaron el pueblo y se marcharon bien
lejos, cómo corriendo pudieron, para salvarse sin ellos…
- ¡Y abdicaron del dinero, pues es mejor no tenerlo…!
- Y respondieron no debo, al ver la luna cayendo; y
hoy quien sabe si existieron, los Mercaderes del Templo.
‒ Yo se los cuento algo incrédulo al ver la luna cayendo.
- Y entre reflejos de alba alzar el cielo en silencio y de un
suspiro encenderlo, trayendo espectros de sus féretros.
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