jueves, 12 de junio de 2014

‒ Para clamarla sangrando.

Aurelie de la série Photos chez vous by Ariel Arias
- Un cabo, dos cabos, tres cabos y el salón cerrado ollando…
Y cabos, cabos y cabos blancos desbordando sobre un cenicero
rosado. Un periódico regado y hojas de un folio pintado decoran
un piso lánguido. Una botella y dos vasos, un florero, un
candelabro. Un gran espejo y un retrato, roto el cristal, viejo
el cuadro. Todo está oscuro y no hay bancos, pues el único que
queda está ocupado por la guitarra del bardo. Y un hombre que
medio borracho, la toma y atristado entre sus brazos, inspira
un canto espontaneo resignado, cuerda a cuerda desgarrando.
- Te has marchado, vida mía, te has marchado, me has dejado
en vilo y polvos suspirando. Me he quedado sin tu voz, sin tus
encantos, destrozadas las entrañas y amputado. Y a la sombra
de mis penas claudicando, cual hereje ante el cadalso ejecutado,
estrujado cual harapo y entre llantos arrugando. Despeinado, ya
barbudo, el rostro pálido. Loco, trágico y consumido aquí sentado,
meditando atormentado a otro escenario, para darte el dulce
amor que te he jurado; y abrazarte cual guitarra dedicándotelo.
‒ ¡Y besarte si es por mí que has regresado…!
La guitarra contra el muro by Ariel Arias
Quedó en silencio, tomó otro trago, la vela en tempo quemó
despacio goteando sobre el candelabro. Sacó un pañuelo, secó
su llanto, respiró tierno y se restregó con el retrato. Soltó un
lamento, sollozó pánico, voló impregnado de tabaco y soltando
boconadas al espacio, entre líneas ondulando vio su espectro
dibujado. Abrió sus manos, quiso tocarlo, pero el humo se dispersa
hasta apresándolo. Lanzó su vaso contra otro banco tirado, dio
piñazos, taconazos y volvió a gritar aquejando un cruel presagio.
‒ ¡Se había cortado los labios, para aclamarla sangrando!
- Te has marchado vida mía, te has marchado, de tu lado en
nuestra cama el frio ha preñado. No me llamas, ni sonríes si
charlamos. Ya no hablamos de aquel bello antaño amándonos,
no esperamos a la vuelta el beso cárnico, ni nos vamos tras
la puerta a disfrutarlo, como ambos imitábamos llegando. Se
ha acabado el tiempo aquel de otros veranos, mi luz larga y
resplandor se han apagado. Y me he arrancado el corazón
para colgarlo, en el balcón del desván que has olvidado…
‒ ¡Te has marchado vida mía, te has marchado, me has dejado en
nervios, sordo y gravitando, a mi guitarra abrazado y anhelándonos.
‒ Y a esta herida me resigno ensangrentado, pues mis labios se
quedaron sin tus labios; y mis sueños cómo el humo dispersaron.
- Rasgó rimando, reiteró el canto y en silencio quedó el verso al fin
del acto. Frunció su seño aún cantando; y cubrió de rojo el retrato.
‒ ¡Te has marchado, vida mía, te has marchado…!
- Se había cortado los labios, para clamar desangrando y olvidado.
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