miércoles, 23 de septiembre de 2015

El amanecer pasado por aguas…

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 Bajo paraguas se levanta la mañana, sin sol que avance se vislumbran palanganas y en las ventanas, cañadas caen sobre el alba, por sus marcos descendiendo aceleradas. Y en las mesas, vacías se deleitan las tazas después de recalentadas prácticas, llenas de fraguas aromáticas. Pero no se ve más nada, pues corridas, las cortinas dormitando se relajan aún cerradas. Quizás esperando a que las casas, aclaren las esperanzas, de la gente que trabaja.
– Y así comienzan las estampas nostálgicas, húmedas como los días que caigan, bajo aguas.
 En el jardín de la plaza florecen rosas roseadas, de sus pétalos aún sin colorearlas brotan las notas mezcladas, los tonos fríos no hablan y los cálidos resbalan tapados por las nubes blancas, que de negro se abrazan enlutadas. Ritos y uñas encañan en surcos de tierra árida, fertilizan hierbas bravas y la soledad se derrama rancia, por las ramas de una mata. Hasta caer al suelo ensangrentada y sucumbir arrastrada, por sus lagrimas y melodías amargas.
 En el portal donde escampa contra la pared recostada, ruega una maja turbada que llorosa aún sueña lánguida. Quizás a las noches pasadas, entre sabanas secas enroscada, húmeda y de entre piernas, solitaria. Lleva una flor de guirnalda sobre su cuello enroscada, una estola y una gorra de ala ancha. Vaquero a efecto de palmas, largos y apretados. Y ojos de niñas románticas, que desnudas y colmadas se imaginan entre barbas, sin más patriarcas.
 Por la avenida que baja hasta la rampa del bulevar con barandas, solo hay maquinas. Por la que sube pancartas, pues la cerraron desde temprano porque sus contenes desbordaban, alterando el trafico en masas. Pasa un hombre del cual solo veo su capa, detrás su hijo lo jala, papá, papá, mostrandole un periódico lleno de manchas de palabras, sin conseguir su mirada. Y lo escucho bajo trombas diluvianas, gritar, es caca, pues borradas no valen nada.
– Déjalas ahí tiradas, que la tintura en las hojas suele irritar las gargantas, que sin aliento se lavan; y hasta las frases del alma, de las entrañas cargadas, atraen de la prensa plagias…
 Por si no olvido a mi espalda entendí pasos, por la pared separados y descalzos, apurados y en puntillas desde el baño. Yo sigo aún aquí contando, mientras mi vecina allá al lado se prepara, para partir al trabajo. Solo la entiendo en las tarde al regresar ya cansada, por las noches nada en cantos con un trago y hasta ora revolcada. Las madrugadas en cambio la escucho gemir gozada por sus manos, diciéndose si mis vecinos roncan, yo, suspiro alto.
– O al mulatico de al lado, el cubanito orgulloso y guapo, a mi me encanta inspirarle sus poemarios; y derriba el muro convidándonos, al ritmo de sus diestros brazos, ondulando…
– ¡Y sola habla y se harta, como me pasa…!
– Y las goteras no paran, ni en la sala, ni en el cuarto, ni en mi mente el verso diario, recordándola extasiado; y al ver el cielo nublado, el gris atrapa mi espacio, hasta apagarlo.
― Tomo el desayuno despacio y apresados, en mis adentros poblados, llueve a cantaros…; y a solas sigo el chubasco, hasta que harto me paro, suspiro alto, e igual me largo…
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