Restregando feas lágrimas para quitarlas de mi vida y recuperar la sonrisa, borrando choques de esencias con alcoholes y brillantinas que queman penas infinitas. Encendiendo las bombillas y abriendo ancho cortinas, cogiendo aire en la ventana mirando hasta donde en mi horizonte se divisa, para dejar que se escapen frígidas y sin melancolías, con la briza.
– Diciéndome que por valía la vida no vale rencillas, ni oposiciones ambiguas, ni desamor, ni perfidias, ni engaños por creencias cívicas, ni balas y pesadillas nimias, que no inspiran.
– Y cuando caen las malditas en el suelo las planto sin utopías; y me las quito de encima pisoteandolas con prisa cuales lágrimas existenciales faltas de medicina, porque me dolían.
― ¡Pues existir solo hace bien si se respetan las mínimas y nítidas las máximas se rectifican!
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