viernes, 19 de febrero de 2016

De viejos hechos.

el sueño de un niño queda

 Las horas que ahora recuerdo salen de años de vida resumidos para un cuento, juntando días, durmiendo medio despierto y con mi almohada de mochila, rescatando ayeres, resentida pero nunca fría y hecha tirillas de momentos que solo han convergido en esta silla. Frente a esta mesa en cristal, con patas cortas y fina que me asiste en la entrevista, soportando lo que escriba. Salen de balas perdidas atrapando las primicias que se escapaban al techo, para cuales lamparas amarillas, encenderse entre mis lineas haciendo de destinos versos. Salen de donde no miento y paran en donde no creo, que haya hecho.
– ¡Pues son la suela en concreto de las ideas que me inspiran, que de mi pasado han vuelto!
 Hola, oras Carmencita, que bien te va de castrista. Te veo rejuvenecida, rígida y al igual que tú, Carmita, hurga con calma en la esquina. Buscando la que necesita sin darse cuenta la niña, que las losas aún sin tener vista y sobre el suelo reprendidas, alcanzan a ver a Clarita opacada a pocas millas, rogando frente al mediodia. Por lo que ni tu ni ella, ni la escapada vecina, mis delirantes amigas, encontrarán cal de dicha entre las jerigonzas que alinean. Pues no existen cerebros sin vigilia, ni ideas que se describan nitidas si no se hilan; y por si vientos respiran, distraídas, acérquense a donde con liras, hacen melodías de brisa.
 Concho Pepito, mentira, te encontraste ese perrito en una clínica y te lo llevaste por víctima, para curar sus heridas. No lo robaste al barista que lo busca noche y día, desde aquella fiesta mítica, llena de blusas caídas y de faldas, sin camisas. De pantalones con pinzas con las portañuelas rendidas ante la carne que eriza, sin zapatos y con coriza de pompas en botellas, catadas en la botica. E igual Perico vacila, cuando de Fidel las revistas hablan sobre las malas vías, porque de chulo con visa no se alcanza la vida digna, que vive quien se sacrifica. Mejor será que si olvidas, me pongas de uno en la lista, sin comillas.
– Y si no entra tu envidia, deja el bar que el ron envicia y te vuelve una polilla, troglodita…
el hombre de la otra era
– Así vivían en los barrios de este cuento, los unos malos, los otros, buenos, cierto, de ciervos; y sin decir que por miedo frustraban con manteca el cebo, para producir lamentos.
 Luego vinieron los ruedos, las redadas, los me niego, los quiero ser como quiero y aunque no lo quieran e intenten impedirmelo, yo seguiré siendo, yo mismo. Los pensares, los no puedo, lo que resignados hacemos por no ir presos y los pasadizos abiertos en secreto, fundando en huecos acero. Las conjuras, los estorbos, la diarrea y los sufrimientos, el soñado día del vuelo y los retazos de mi eco por el cielo padeciendo, volando hasta tocar suelo, oliendo a sucio tareco, por celos. Atravesando el silencio que arma misterios sin credo. Sin despedirme de tercos, ni de la doña consuelo, ni del marino revuelto, ni de ellos.
– Y me pregunto que espero, por qué no recojo y vuelvo, si el adiós nunca me dieron…
– Pues como ven, nunca es tarde para nuevo, mientras la luz del sol forcemos resistiendo curtidos ante los fuegos y tormentos, si de destinos quiméricos, recalaron nuestros sueños.
― ¡Si hay comienzos que por viejos, fueron efímeros hechos, hay senderos, no olvidemos…!
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