Cierto hay historias que cuentan que anuncian como verdaderas, pero que al indagar en ellas les descubrimos leyendas y reconocemos la esencia por la que se hicieron eternas, sin haber existido si quiera. Pues basta con que el tema tenga los condimentos y esencias que nos colmen la cabeza, luz, oscuridad y quimeras donde la gloria viajera haga un alto atando estrellas y que bajo la lluvia en la prensa, hacia el trabajo se lean.
‒ Hay tantas historias de esas que del tiempo se conservan, pues nunca se ponen viejas.
Las de los monstruos de piedra que se esparcían en canteras al caer sobre las cuencas, las de los hombres de las cuevas y las mujeres de las selvas. Las de cruzados sin pena crucificando profetas, las de altares, las de perlas y las de amantes juglares convertidos en altezas por las letras. Y las damos por verdaderas pues sus estampas nos encierran y para salirnos debemos despejar las brechas, de las lenguas que al hablar nos vociferan.
– Como si ante ciertas presencias, hasta el olvido se lamentara aunque volvieran…
‒ ¡Porque el polvo del camino atrae tristezas; y noches negras, si lo riegan!
Pues cierto hay historias de esas que las ganas desengañan al leerlas, pues vivir para no ver no tiene esencia. Y ahora recuerdo a un Poeta que un día me dijo chiflado, te nos cambiaste de banco, para el del bando contrario. Y les digo recordándolo, corto Poeta chiflado, de cuales malos estás hablando. Recordando que le dije algo apurado, no tengo bando y si tuviera, ni tostado, estaría de tu lado, sentados en el mismo banco.
– Y no insistió pues pensándolo, el tiempo pasó y pasando, la razón lo ha demostrado; y se comió sus versos lánguidos y yo mi poema gozado, titulado no me extraño…
‒ ¡Ciertas historias se han dado!
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