martes, 20 de noviembre de 2012

El trayecto del combatiente.



Hecho de cielo y centellas y de palos, piedras y picos, de mares, muros y mareas, de morales, musgos y mitos; así es el camino ambiguo de quienes buscan sentido al movimiento frenético. Al espiral en revuelo y a lo raro del faro genético de los flujos especifico de sus cerebros; a los llamados recuerdos.

El trayecto lleva espera, disciplina y colorido, malos ratos y banderas que cuando ondean dan frio. Y en blanco y negro el abismo es mortal como el olvido del buen oficio, como los rezos y gritos de los combatientes apocalípticos que no se duermen sin oírnos, ni reflejan sus lamentos en los libros.

Porque el destino vivido hace de ellos el cuento que leeremos:

El busto de un pecho homérico yace apresado en silencio frente a la plaza de un pueblo, para que pasen a verlo y a creer los argumentos que no cito, sobre una lapida hecha en vidrio que tiraron en el suelo. Pero su corazón no ha muerto, solo late al infinito allí escondido; donde habita lo imprevisto…

Esperando a que el recuerdo venga a verlo y le dé abrigo.

Dentro de un mármol onírico esculpido y pulido a golpes fieros, a esfuerzo y nervios, se afinca un individuo acallado en sus adentro. Que hace tiempo no ha dormido aunque esté viejo, ni ha comido, como hacemos; pero sabemos que ha hecho y lo queremos. Y él apuesta a que lo dicho será ejemplo duradero; carne y huesos.

A que el fuego aun quemará tras aguaceros, a que el viento soplará un cálido invierno. A que el tiempo quedará si es que es eterno, a que todo lo demás sabrá a sonetos; y a que el termino jamás perderá el juego. Como dados, como dedos, como versos derramados al tintero; como estos, para necios…

¡Y en las noches sueña a codos verse envuelto y sin vacíos como en sueños!

Entre aquellos que en su día lo quisieron, entre duendes, entre láminas sin números y entre letras de amor puro y disimulos. Entre ustedes que ya saben que el futuro es un producto no resuelto, ni siquiera por los genios del olimpo de lo absurdo; no hay remedio y está lejos como indico sin creer que lo adivino.

Y aunque nos lo hayan traído leyéndonos la mano de nuestro signo con el caracol del misterio, queda abierto a lo no visto y no predice lo que perderemos. Como sumas que ya dieron más que cero dividiéndonos, como comas y adjetivos. Como muchos, poco a poco veo el camino. Como nada, como menos pues limito.

Como cornea y lagrimal de un ojo clínico y enérgico, sordomudo y sin aliento, amnésico y adolorido. Como labios de un difunto aventurero, sin más besos, a puros ruegos. Como todo lo que ha sido y sigue en vilo, el recuerdo es un pasaje arduo y abrupto, que hace del humano un vestigio obsoleto reconstruido.

Ya que aunque herido con escarcha y vidrio, el individuo siempre castra el grito tímido; y salta al ruedo de nuevo, sin miedos. Y se levanta decidido a ser ecléctico, a mirar nítido, a decir cuerdo y a escuchar al enemigo y al amigo. A pensar al sacrificio y al infierno que les cuento; para poder llegar lejos, sin lamentos.

Hasta donde nadie aun lo había visto; a donde habita lo imprevisto y el deseo curte el cuero, por lo sufrido cayendo.

Y se va lejos, a donde un pecho divino le dé cariño, a darse tierno, como un ser vivo. A ser leído y por el suelo recogido como periódico lirico que no recuenta tormentos. A ser percibido en ejemplo de quien realizó sus sueños sobre metralla y cemento, con energías y motivos para andar al infinito y dar consejos.

Como contaba esa crónica hecha en versos que no olvido;  y que es cierto que he leído componiendo frente a la plaza de un pueblo que hoy recuerdo. ¡Que no olvido! Para con mi corazón abierto a pecho entero, por donde el destino sea verídico, ver cimientos de sentimientos sinceros; que no han muerto, pues son serios.

Como esta oda al trayecto que hoy dedico a los que han vuelto, deshechos pero realizados al dedillo y con sus sueños cumplidos; a donde habita el delirio de saber que siguen vivos. A los combatientes apocalípticos que al final y sonriendo salen del tintero seco donde un día se metieron; gritando alto, crónicos ebrios…

Y a los que a plumas de Fénix y sin ritos bíblicos en mito se convirtieron, sin quererlo, construyéndose con tiempo; sin sentir miedos. Como aquel busto homérico que me encontré ya volviendo; y que hoy vieron sin siquiera ser testigos entendidos. Que es un reto al movimiento compulsivo que a mi medida acelero…

Como el último concepto que hoy les dicto:

Al regreso del pasado siempre se es más viejo, porque solo en el futuro se es moderno. Y el presente lo habitamos con recuerdos, esperando al imprevisto lo que osamos; y a ser premiados y juzgado, por gestos y hechos. Pues la vida tiene primaveras y veranos, otoños e inviernos; verdades e inciertos, mentiras y encantos. Y quien siempre  vuelve al pasado, no avanza ni un paso.

Porque el futuro nadie aun lo ha visitado sino en sueños, porque todo el que predice olvida el tiempo y se va lejos; y sin saberlo, deja al mal del momento ser más fiero.

¡Lo recuerdo; no lo olvido!

Y me alejo de la plaza sonriendo al fin del cuento.


Picture by Ariel Arias. 
Web du photografe: http://500px.com/ariasphotos 

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