domingo, 18 de noviembre de 2012

La fuente de los deseos infinitos.




Del costado del Olimpo donde el verde vuela eterno,
los riachuelos y el viento bañan de helechos el suelo y
fertilizan los senderos de un colorido frenético. Y los
ruiseñores bohemios cantan melodías de delirios para
los amores viejos y los idilios quiméricos de ensueño.

Y los sueños le hacen guiños a los años ya vividos, al
cariño verdadero y al futuro que va en ello. Y hasta
los peces perdidos inundan mares y puertos; y a veces
como al de este cuento los hecho al agua de nuevo, 
para que vivan contentos entre cascadas y cerros.

A un costado del Olimpo y solo en versos lo vemos.

Son como nadie había dicho y como pocos creeremos,
por escamas llevan pétalos, en sus colas largos velos y
por aletas cabellos, ojos grandes firmamento y boca
a labios abiertos. Y de sus entrañas brotan gélidos los
sudores de sus cuerpos, que refrescan los senderos…

Y por sus lagrimales rosas perdidos entre estrellas y
hojas, la lluvia cae del cielo y brotan notas bien hondas
desde las profundidades de sus cuerpos. Si el sol se
eclipsa la historia es otra, la luna atrapa un lucero y
entre truenos se va al pueblo; a bailar con su romeo.

A la fuentes de los deseos quiméricos, que a chorros
esparce besos adictos al candor sin celos y a los
momentos duraderos. Donde un segundo es eterno
porque al vivirlo entre ritos el ardor causa mareos; a
la fuente de los desvelos poéticos, con vino y queso.  

A un costado del Olimpo y solo en versos se ha escrito
lo que les invento. Con signos de un abecedario mítico 
lleno de adjetivos nuevos y prolíficos como los amores
modelos de los cuentos. Como los besos más buenos,
ensalivados y célicos; que al mordernos dan mareo.   

Hasta allí nadie a llegado porque en verdad queda lejos
ese Edén que hoy les describo; los invito a conocerlo.

Yo solo lo he visto en sueños divagando por mi limbo,
cantando a tintero abierto con mis dedos ya dormidos
que me piden mil deseos. Y unos versos le dedico a mi
jardín de Milsueños y a los peces de Cupido; que tiro al
lago de nuevo cuando el tintero está vacío y me lo siento.

Que el agua no llega al pueblo porque el rio no ha crecido;
porque el amor infinito, también termina muriendo. Y a
un costado del Olimpo y solo en versos lo vemos; entre
cascadas y cerros, donde el olvido es ajeno. Y a veces,  
como al de este cuento, los libero sin comérmelos…

Para que vivan contentos, dando deseo y sin perderlo.

Picture: Encre de la Fontaine de la Place Nabone by Caroline Verpilleux. 
Web de la diseñadora: http://www.lafeeverte.eu/

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