El eco de la madrugada llega volando hasta Piedras Altas, un poblado donde arrullan con guitarras, atraviesa sus moradas y como el viento le da alas, sale de allí en cualquier barca, desde el Puerto Ante Miradas, que aunque lo escuchen no lo atrapan, navegando hacia mañanas donde el habla, emancipada, vuelva en las bocas palabras, a la esperanza. Y ante ojos, esperando a que se abran, calla; y ávido se derrama, como voz al escucharla.
El eco de la madrugada anda distancias, se recibe, se respira y se empantana en nuestras mejillas mojadas. Nos deja los ojos rojos y las pupilas dilatadas, las cejas parcas y despeinadas las canas arias, los párpados arrugados cuales canales de karma por donde bajan a la cara, los ríos de lágrimas. Y cuando salpica tinta sobre la página amarga, las líneas largas se desplazan y convergen en la garganta con viejas estampas, para borrarlas.
― La tierra redondea concentrada cual estatua y el sol se escapa de la trampa donde lo adormenta su oscura estrella lunatica…; y el eco de la madrugada, acaba, con el alba…
– Y las hiedras se rocían en las tapias; y los gallos cantan nanas, fundando con esperanzas.
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