Por más y menos razones se ganan y se pierden retos y hasta se olvidan recuerdos placenteros, que un día creímos eternos. La lluvia cae del cielo, de huecos los hormigueros salen hasta del concreto. Se toma el aire aunque no lo vemos y de aguas de ríos viajeros, bebieron baldes los pueblos que a sus salidas tuvieron, o que atravesaron sus centros antes de que se secaran sus suelos. Y por otras que ajustemos, emitimos criterios, convenciendo.
Hace tiempo escribía versos y ahora los leo en silencio hojeando atento el cuaderno, deduciendo de lo escrito lo no dicho, reconociendo artilugios y desempolvando artículos omitidos, rendido al borde del piso de mi precipicio cíclico, perdido. Me replicó hace ya un tiempo un Poeta callejero, cuando le pregunté sonriendo si la palabra de cuentos se podía dar para juegos, para mentiras en serio y para techos, o solo para confundir a reos.
– Presos del miedo, reiteró, frustrados necios, nervios sin rol y a morbo oliendo, por todas partes los vemos, frunció su seño y para no verse más viejo sonrió a labios abiertos, versos.
Por más y menos razones desempolvamos tarecos bélicos de cuando quemabamos lechos jurando futuros perfectos, pero como nunca los vimos, nos dijimos poseídos por un señor que nunca ha sido visto nitido. Por más y menos razones si otros ceden, persevero. Si se privan de remedios, a mi me da gusto ponermelos. Y si se quitan del medio raudo tomo el camino recto, sin pisotear, si aquejo. Y si me enredo, me desenvuelvo y el cono invierto.
– E igual le dije, te creo, me estás hablando con ellos y te celebro por eso, que cerebro…
Abajo Dios, gritó molesto, abajo el clérigo, los misioneros venéreos y los mercaderes del pensamiento escéptico. Y abajo entierrenlos para que cuenten los muertos bajo el concreto, que nunca dieron al cielo un aguacero. Y abajo el término, para terminar con ellos, pues si los tolero miento como se mienten sus sequitos consolandose defectos, para volver a cometerlos. Abajo Dios me parece aún estarlo oyendo, lo dijo en serio y lo comprendieron.
– ¡Por más o menos razones, que los humanos tenemos, abajo Dios, hasta en los versos…!
– Cerró el cuaderno, pensó a un río seco, mojó sus dedos con saliva de misterios, me vio bebiendo y reiteró serio, abajo Dios, yo me asumo completo y no soy ateo, tengo cerebro…
– ¡Y por más o menos razones, solo creo en lo que veo y lo demás lo invento, a puro dedo!
– Cuentales esto, yo se los dejo, abajo Dios, pues no lo encuentro y hasta el amor es un flagelo reviviendo tierno; y si alguien piensa que peco, recuerdale que los versos te los leo.
― ¡Abajo Dios, tituló estos que leyeron; y partió con su cuaderno sonriendo, ebrio..!
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