No puedo amarte y se me caen los sesos sobre el cielo de la boca, ensangrentando mis ojos negros. No puedo amarte y te pienso, no puedo amarte y te tiento, no puedo amarte y me muero. No puedo amarte y es por eso que me aferro al pasto cual siervo, esclavo de mis deseos. Te adentro a besos sin frenos por las curvas de tu cuerpo y en las puntas de tus senos, te muerdo. No puedo amarte y entero, me inspiro y pido a Don Tiempo, tu regreso.
– Y te encomiendo con versos pues te necesito, sin ti soy menos, te reitero, a ti mi musa van estos y te digo si estás leyendo, mujer sin miedos ni credo, te amo, te encanto y envuelvo.
– ¡ Y te siento, por todo, lo siento…!
Te huelo en mis versos con tus nervios de pétalos de lirios, repujados sobre el vidrio de un florero. Te palpo, me apodero y manoseo tus rezos y vuelven los sueños. Te veo y atrapo la luz, me quito el peto y te bajo el velo, al papel me pego y lo apeso; y te apreso. Y como no puedo amarte me la juego, te seduzco y embeleso en apogeos, saco dedos y te penetro y al pedirlo pulo pelos, chorreando tinta en el suelo y por tus senos; y atizado te los muerdo.
– Y como no puedo amarte padezco, me encelo y devuelvo en flujos blancos cada verso que como Poeta te lego, afino el tiempo y por tu mundo te dejo colmada de deseos gélidos.
– Y al pedirte te despierto, abro tus ojos, revuelo y te doy de adentros el sumo de mi pensamiento; y tu me das lo que deseo, el flujo interior del palabreo, concebido para estos.
― Te escucho, te entiendo y acá lejos me quedo, sedes y detengo el fuego…
– ¡No puedo amarte y te siento, por todo, lo siento…!
– ¡Lo siento…!
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