Después del frescor que hace entre marzo y septiembre, de algunos meses calientes y otros con lluvias y trenes que van y vienen sobre rieles, cargados de gente alegre y de otros que aunque no se quejen, existen pues si no se pierden. Pasó el otoño, llegó el invierno, cayó la nieve de nuevo y cerró otro ciclo completo, cuales páginas de un libro repetido por capricho. Se oyeron voces, solo motivos, dos sombras, hipo, después suspiros. Dijo nos vamos, respondió, listos, se escuchó un trino y sus ojos partieron hacia el infinito, visto.
– Y dos tortolos volaron, tomando rumbos distintos; y cuatro pies retomaron, caminos…
Las derivas, los conflictos, lejanas guerras y diferentes objetivos. Lo que han oído y los signos que han sentido ustedes mismos, si redundando los cito. La vida en sitios distintos, el perdón que atrae el olvido, los guisos del karma y los compromisos colectivos. Los mitos, los ritos, los nidos y los pedidos de cariño. La fase en baja del limbo consumido y la cuchilla que al cortarles perdió el filo, por eso partieron divididos, cada uno por su lado, resignados, sin decirlo. A pensar solos en ellos mismos, a hurgar indicios, en sus destinos.
– Y vino enero, del otro ciclo, pero de lejos no se oyen grillos, ni arpas, ni pitos…
– Y no se vieron, ni se dijeron, ni se escribieron, ni mensajeros trajeron dichos. Nada supieron de sus destierros, ni de sus glorias, ni de sus líos, nada supieron, se los confirmo.
– ¡Quedó el recuerdo de lo que oyeron, cual estribillo de un canto eterno, sin fin de ciclo!
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