lunes, 5 de septiembre de 2016

El alquimista: Vainilla tibia.


 La orquídea salvaje da una rara vainilla con gusto de enjambre y aliento de golosinas ricas. Echa agua acepta alquimias con pepitas de cereales y con las más duras semillas, hasta que el paladar nos eriza con una caricia de almíbar, rendida en baños de María. Y si la frotan con la lengua entre dientes se desliza, hasta sentir que germina y en las entrañas dar la vida misma, regia y divina, cual plumilla en flor, plagada de poesía.

 Pues no hay libreta sin cuartillas, ni escritos de tinta en tiras, ni metáforas concisas, ni otoños sin melancolía. Ni libertad sin utopías, ni esperanzas extinguidas, ni poetas que al vivirlas no les destilen en líneas, descritas como la sangre incita,  sin mediatintas, las alegrías por las cuales cambiaríamos hasta nuestras rimas, me dijo uno hablando un día sobre la orquídea. Y le respondí, vainilla, cual sabor a labios de una boca redimida.

– Vainilla tibia en sonrisas de películas, limas en dicha servida, dulzor de lavanda fría y dinamita en caldo de espinas, que hincan, para besar frutas duras y morder podridas…
                     
 Natilla de leche de piña y chocolate silvestre, hierbabuena en ron con merengue y jugo de nata de nueces con ciruelas verdes. Y para que sepa diferente, écheles vainilla tibia sobre el conchón donde hierven las camelias, en su gelatina de semen. Y por si no recogió el sentido de esta, la traigo ahora cual mago al bar de antaño y se la traga cual lonja llena de átomos, tomando vinos y vodka con vainilla, pensando al gustazo y dados por un rato, chupando una orquídea atados.

– Y el poeta se miró y me dijo, cuenta, cuantas recetas te ha dado mi orquideario, me has mostrado el valor del agasajo, haciéndome imaginar que cataba cada plato, haciendo ramos…

- Y al recoger una que en el suelo había quedado, le acaricie los pétalos y la exprimí mirándolo.

 La apreté hasta que soltó finos aromas y se me impregnaron en la mano y volaron las abejas y sobre ella la polinizaron y a mí me dejaron llorando, cuando ya abiertas sus celdas les di a beber miel de paños y con sus pesuñas me clavaron en el acto. Maldecido por la vainilla que destilaba mi cántaro, aguijoneado sin necesidad de darme látigo, sirviendo una panacea en el jardín del oráculo, hecho dulce en mi melado y por probarlo, vuelto membrillo dentro de un orquideario.

– Pues tan salvaje como un rol de flor  nadie aun lo había interpretado, vuelto sorbos de vainilla tibia, como conchón repujado con la divina camelia, floreciendo tras orgasmos ávidos...

- Qué momento oxigenado, triturándola logramos el milagro, le repliqué marchándonos, vuelto un alquimista para mi poemario, apresurados, pues me picaron las líneas de la mano, pinzando...

- Bebiendo vainilla tibia y un bulbo de hembra libando, en un orquideario.


Tony Cantero Suárez – El Idílico Existencialista – Los Susurros de Cantero – Copyright 2016
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